Esta frase de Erich Fromm invita a reflexionar sobre los peligros que corremos al identificarnos con nuestras posesiones, ya sean materiales o de otra índole, a la hora de construir y asentar nuestra identidad individual.
Tanto si nos identificamos con nuestros bienes, con nuestro trabajo, con las personas que nos rodean o con cualquier otra posesión de nuestra vida de manera exclusiva, estamos en riesgo de perder nuestro sentido del yo si ese aspecto desaparece. Al hilo de lo que comentábamos en la publicación de ayer, la vida es equilibrio y, para ello, conviene que tengamos una balanza compensada que no se desestabilice fácilmente cuando alguno de sus polos pierda fuerza.