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La dependencia emocional se define como “un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir de una forma desadaptativa con otras personas” (Jorge Castelló). Se trata por lo tanto de una necesidad afectiva disfuncional que una persona siente hacia otra y mediante la cual trata de cubrir un vacío emocional.

Si bien la dependencia emocional suele darse en relaciones de pareja, no es exclusivo de este tipo de vínculos sino que puede presentarse en relaciones familiares o de amistad con la misma intensidad pero algunas características distintivas. En cualquier caso, se trata de relaciones que suelen seguir un patrón cíclico y recurrente, en el que la persona dependiente atraviesa diferentes fases hasta recomendar el ciclo con personas de perfil similar.

Cabe destacar que en este tipo de relaciones la responsabilidad de la dependencia es recíproca. Tanto la parte “sumisa” como la “dominante” han contribuido a la generación del vínculo disfuncional y alimentan su mantenimiento. En cierta medida, la dependencia también es recíproca aunque responde a necesidades diferentes, y el impacto en el bienestar emocional es distinto también. Por un lado, la persona sumisa trata de cubrir un vacío de afecto y la dominante satisface su necesidad de poder, dominancia y valía personal.

Como se ha comentado, lo más habitual es que estas relaciones surjan en el contexto de pareja, y es por ello que se hará alusión a este tipo de vínculo afectivo. No obstante, las características principales de los diferentes estadios que se describen a continuación son válidas para otro tipo de vinculaciones aunque con algunas peculiaridades.

En términos generales, pueden distinguirse las siguientes fases:

  1. Euforia Inicial:

En esta fase, el deseo de tener pareja (o de iniciar una relación muy estrecha e íntima con otra persona) es tan intenso que se idealiza a la persona “amada” y se comienza a fantasear con cómo será la relación, creando expectativas excesivas y no realistas. Se trata de una etapa de enganche en la que la persona dependiente se siente especial y vive en un estado de obnubilación y éxtasis. Son frecuentes pensamientos del tipo “es lo mejor que me ha pasado en la vida” o “nunca antes había sentido algo así por nadie”

  1. Subordinación:

En este estadio, la persona idealizada se convierte en el centro de todo. Se la intenta satisfacer por todos los medios, tanto a petición como por iniciativa propia. En los casos de pareja donde realmente hay un rol dominante, es aquí donde pueden empezar los desprecios y humillaciones, que en un principio son aceptados por la parte sumisa. No obstante, hay que destacar que esta característica no se da siempre. No necesariamente hay un comportamiento agresivo o descalificativo por parte de la persona dominante. En ocasiones puede limitarse sencillamente a aceptar la devoción de la persona sumisa, con lo que perpetúa este tipo de relación.

  1. Deterioro:

La fase de sumisión da lugar a un evidente desequilibrio entre los componentes de la díada, con el consiguiente deterioro de la relación y probable ruptura. La persona dependiente ha situado la relación como centro prácticamente exclusivo de su vida, hasta el punto de no poder concebir su existencia al margen de esta relación. Es frecuente que se sientan totalmente incapaces de romper el vínculo por miedo al vacío emocional y existencial, y a la total pérdida del sentido de sus vidas. En esta fase se genera un intenso malestar en la parte sumisa, que en ocasiones no logra comprender el por qué de que la relación no esté funcionando como esperaba.

  1. Ruptura con importante sufrimiento asociado y Síndrome de Abstinencia:

En esta etapa la ruptura ya es un hecho. El inconmensurable sufrimiento asociado hace que sea el momento en que se suele acudir a un profesional de la salud para poder gestionar el proceso. La persona atraviesa una especie de Síndrome de Abstinencia con características semejantes al que se produce en adicciones. En este sentido, son comunes pensamientos de índole depresivo con ideas obsesivas recurrentes entorno a la pérdida. La persona dependiente se ve invadida por recuerdos, culpa y remordimientos, deseos intensos de retomar la relación, desprecio hacia sí misma etc. y toda una serie de alteraciones somáticas típicas de la ansiedad y la depresión. En los casos más acusados puede incluso llegar a aparecer ideación suicida o intentos de suicidio.

Todo este sufrimiento asociado al síndrome de abstinencia cesa por completo y de forma inmediata si la persona dependiente es contactada por la parte dominante. De ser así, puede pasar de la más absoluta desesperación a la alegría y euforia, con el consiguiente alivio de toda la sintomatología anteriormente descrita. No obstante, esta mejora no suele ser más que un espejismo, ya que lo más habitual es que reaparezcan el deterioro y la ruptura.

  1. Relaciones de Transición:

Llegada a esta fase, la persona dependiente se da a una búsqueda desesperada de nuevas relaciones, o bien para salir de la pareja actual, o bien para sobrellevar el sentimiento de soledad,

  1. Reinicio del Ciclo

En el momento en que el dependiente emocional encuentra una nueva pareja, ésta suele tener un perfil similar, es decir dominante, a la anterior o anteriores, de manera que el ciclo tiene a iniciarse de nuevo. Por lo general se suelen dar dos tipos de perfiles: por un lado está la persona dominante, fría emocionalmente y posesiva, pero con habilidades de encanto y seducción que enganchan a la persona sumisa y, por otro lado, el perfil de persona frágil y vulnerable emocionalmente con la que la víctima se siente identificada. En estos últimos casos, sigue estando presente el desequilibrio, con la diferencia de que será la persona que acaba de salir del ciclo anterior la que intentará cuidar y proteger a la nueva pareja, probablemente en un nuevo intento por cubrir un vacío emocional.

En términos generales, estas son las fases por las que suelen pasar las personas dependientes emocionalmente. Como ha podido comprobarse, el sufrimiento asociado a este tipo de vinculaciones afectivas disfuncionales es muy elevado. La persona se ve privada totalmente de su libertad emocional e incapacitada para disfrutar de cualquier placer de la vida. La absorción es total y absoluta, hasta el punto de cuestionarse la propia valía personal y el sentido de su existencia si la persona hacia la que ha desarrollado la dependencia desaparece de sus vidas. En vista de la gravedad de la cuestión, es fundamental cortar el ciclo lo antes posible para que se pueda recuperar la libertad personal y el bienestar emocional. Si la persona no tiene en ese momento los recursos para poder hacerlo por sí misma, conviene consultar a un profesional de la salud especializado en la materia que guíe el proceso, pero nunca dejarlo pasar.